¿El racismo se aprende o es algo inherente en nuestra naturaleza?

El año 1968, un día después del asesinato Martín Luther King por un segregacionista blanco, una maestra de primaria llamada Jane Elliot les preguntó a sus alumnos si había personas en Estados Unidos que les merecía tratarles distinto. Los niños que no tenían más que ocho años, respondieron que sí: “Los negros, los indios y los asiáticos”. A continuación les preguntó qué sabían sobre estos pueblos. Los alumnos les describieron como grupos más débiles y que eran inferiores a los blancos. Para su sorpresa, la maestra tras escuchar las respuestas de los críos les propuso realizar un experimento impactante. Los niños, entusiasmados,  por supuesto aceptaron.

En aquel entonces los alumnos negros no iban a los mismos colegios que los blancos. Ella dividió la clase en dos grupos, a estos que tenían los ojos marrones y a los que tenían los ojos claros (azules, verdes etc). Anunció a la clase que los primeros eran superiores a los segundos apelando explicaciones pseudocientíficas que por ejemplo que los de ojos azules llevaban menos melanina en su piel y en sus ojos por consiguiente eran menos inteligentes que los de los ojos marones. A los de ojos azules les decía que eran más lentos, menos inteligentes e inferiores. Por esta clase de discriminación los de ojos marrones llegaron a ser más favorecidos y privilegiados. Les correspondían mayores raciones en las comidas, tenían 5 minutos más en las salas de recreo, podrían beber agua por el bebedero con normalidad y muchos muchos más.

Para que fuese notable la diferencia entre los dos grupos, la maestra puso un pañuelo en el cuello de los alumnos con los ojos claros que serviría como algo discriminatorio. Muy rápido las controversias y las peleas empezaron a tener lugar dentro o fuera de la sala escolar. Las consecuencias fueron inmediatas. Los alumnos que sufrieron el racismo pronto tuvieron bajo rendimiento escolar ya que no eran capaces de realizar los ejercicios con facilidad como antes.

La semana siguiente la maestra anunció a los alumnos que se había equivocado porque supuestamente acababa de leer un estudio nuevo. Según dicho estudio los de ojos claros eran superiores a los de ojos marrones. Pronto los papeles se invirtieron. Los de ojos claros recibieron los mismos privilegios que recibían antes sus compañeros. En cuanto al rendimiento escolar, el rendimiento de los alumnos con los ojos marrones cayo pronto en pecado.

Muchos pensaron que el experimento fue inmoral pero los resultados fueron perturbadores y estremecedores. Dicho experimento fue repetido bastantes veces y resultó que a muchos les daba placer y les agradaba ser superiores. A otros les molestaba ser tratados así con criterios absurdos. La maestra, con este experimento quiso demostrar que el racismo no está en nuestra naturaleza sino que es transmitida y enseñada por nuestros maestros o incluso... nuestros padres...

A cabo de 15 años dicha maestra organizó una reunión en la que se reencontró con sus alumnos que participaron en su experimento. Los adultos reconocieron que la lección que tomaron les ayudó mucho en su vida.

La maestra en varías entrevistas afirmó que "vi que un niño de tercer grado se puede convertir en un discriminador en un día sólo". Escalofriante ¿no?

Espero que os haya hecho pensar.

Gracias por leer y hasta la próxima.

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